“La familia es algo así como armar un
edificio de juguete sin manual de instrucciones”
(Ammunni
Bala Subramanian)
Uno
de los puntos a favor que tiene Un aire de família, obra que se representa
desde el pasado 7 de septiembre en el Teatre Romea de Barcelona, es que cumple
sin duda uno de los requisitos básicos para no defraudar al espectador: unos
personajes que protagonizan una trama con la que cualquiera puede
identificarse. Y es que, ¿quién no ha vivido en su propia familia un episodio
en el que un encuentro más entre padres, hermanos y primos haya acabado, como
se diría popularmente, como el rosario de
la aurora?
Pues
esto es precisamente lo que les pasa a los protagonistas de esta historia.
Entre la comedia y el drama, Un aire de
família presenta a los cinco pintorescos miembros de un clan que, como cada
viernes, se reúnen para cenar: una madre criticona (Maife Gil) que siente devoción por Jordi, su
hijo mediano, hombre de negocios prepotente y centrado sólo en sí mismo (Ramon
Madaula); Quim, el hijo mayor, propietario del bar familiar que ve como su
matrimonio pasa por una crisis que no había detectado (Francesc Orella); Bet,
la hija pequeña, que acaba de ser despedida de su trabajo y que es considerada la
oveja negra de la familia (Cristina Genebat); y Elisenda (Àgata Roca), la mujer
“casi sumisa” de Jordi. A ellos se une Tomás, el camarero, que mantiene una
relación no consolidada con Bet (Jacob Torres).
Poco
más se puede contar del argumento de esta obra. Y este es precisamente el
problema: no hay un conflicto que sustente la historia. Los personajes hablan,
discuten y se enfrentan entre ellos pero no percibimos cuál es el “quid de la
cuestión”. Puede que esa sea la intención ya que muchas veces vemos cómo un
simple intercambio de palabras acaba degenerando en un enfrentamiento directo
sin saber realmente cómo se ha llegado a ese punto. Pero la sensación final es
que “falta algo”, a pesar de que el brillante elenco que forma parte de la
obra, perfectamente dirigido por Pau Durà, ayuda a apaciguar esa impresión.
Todos y cada uno de ellos ofrecen una gran interpretación, algo que ayuda a
sentirse “un poco más cerca” de esos personajes que se encuentran encima del
escenario y que consigue arrancar muchas sonrisas a lo largo de la
representación. Cabe destacar la intervención de Francesc Orella, verdadero
protagonista de la historia, quien demuestra, una vez más, que es capaz de dar
una lección de interpretación sea cual sea el registro bajo el que actúe.
La
pregunta inevitable al salir es la siguiente: Y tú, ¿también te reconoces? Si
es que sí, seguro que te habrá arrancado más de una sonrisa.
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