“Algo daría el ciego por tan siquiera
ser tuerto”
(Anónimo)
El Rey Tuerto, además de una crítica social en forma de comedia
negra, podría ser el principio de muchas cosas. En primer lugar, y para los
fans de Pop Ràpid (TV3 y Canal 33),
es la oportunidad de ver a los mismos actores con el mismo humor bruto y sin
filtros al que nos tienen acostumbrados en la pequeña pantalla. En segundo
lugar, es una buena oportunidad para descubrir a cinco buenos actores que
resuelven la obra con nota y a Marc
Crehuet, guionista y director de la obra y de la serie. En El Rei Borni,
además de los toques de comedia que marcan el estilo de Crehuet, hay una
crítica social muy dura que consigue hacerte reflexionar sobre la vida y te
hace salir del teatro contento de haber pagado tu entrada (IVA incluido).
La
historia empieza cuando David (Alain
Hernández), un Mosso d'Esquadra de la brigada de Antidisturbios, llega a
casa cabreado porque en una manifestación ha tenido que disparar a alguien y le
ha dejado sin ojo. Lídia, su chica, interpretada por Betsy Túrnez le riñe como una mamá:
“David, ya es la segunda vez que te pasa algo así este año, a ver si vamos a
tener problemas”.
El
argumento se complica cuando se produce la cena de reencuentro entre Lídia y su
amiga Sandra (Ruth Llopis), una
actriz muy hipster que se presenta en casa de los jóvenes con su novio Ignasi (Miki Esparbé) un “papisot”
tímido, director de documentales sociales, que se encuentra profundamente
deprimido desde que perdió un ojo en una manifestación. Poco antes de los
postres los protagonistas se dan cuenta de que David resulta ser quien ha
dejado tuerto a Ignasi.
A partir de eso momento la vida de esos cuatro adultos que se
han reunido para cenar y que han pasado unas horas incómodos porque ni se
conocían ni tenían nada que ver, queda ligada para siempre. Sin quererlo y sin
voluntad, Ignasi se convierte en el guía espiritual de David, un hombre
violento y perdido que necesita de la manipulación de los demás para seguir
viviendo. El tuerto cambia la forma de ser del resto de los personajes y hace
real ese refrán tan conocido de que “En el país de los ciegos el tuerto es el
rey”.
La obra, que todos los actores resuelven con nota, se desarrolla
en la Sala Barts de Barcelona (antiguo
Arteria Paral·lel +info).
El escenario se construye de una forma que nos hace sentir como si estuviéramos
en una sala más pequeña. Los únicos elementos en escena son una mesa, cuatro
sillas y dos arcos de puerta a derecha e izquierda. Los claros y oscuros y un
discurso de fondo nos ayudan a cambiar de escena. La voz en off proviene de un
señor vestido de traje e interpretado por Xesc Cabot que, desde un rincón, habla
de cosas inconexas. Nos pide austeridad, nos culpa de la crisis... lo
identificamos rápidamente como un político y se muestra en toda la obra como un
elemento más, constituyendo en sí mismo el ejemplo más claro de crítica de todo
el guión. El político es algo que sobra y que está ajeno a los problemas de los
protagonistas.
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