“Tan sols només podreu titllar de derrotat aquell qui pel
que creu no hagi lluitat mai”
(Auca del Born; Jordi
Casanovas)El 11 de septiembre de 1714 la ciudad de Barcelona cayó después de un año de resistencia frente al ataque de las tropas de Felipe V. Las leyes promulgadas por el monarca después de esta derrota significaron la abolición de la Constitución e instituciones de Catalunya, la extinción de sus fuerzas armadas y la supresión de la Universidad de Barcelona, un proceso a través del que el territorio perdió todo su poder político, económico y judicial y que tuvo también consecuencias en el ámbito cultural al decretarse en la Administración el uso oficial del castellano en lugar del catalán.
300 años después y coincidiendo con
uno de los momentos de más intensidad política en lo que se refiere a este
tema, la ciudad condal celebra el tricentenario del Sitio a Barcelona. Y lo
hace de manera muy especial ya que, para abrir los actos de conmemoración que
tendrán lugar a lo largo de todo el año, se ha decidido encargar al dramaturgo catalán
Jordi Casanovas la dirección de una pieza teatral con la que, a la vez, se
inaugura también un nuevo espacio: el Born Centre Cultural.
Una
nueva forma de hacer teatro
Más que por el argumento en sí, la
originalidad del Auca del Born recae especialmente en la original forma de
organizar y representar la historia que en ella se explica. Distribuida en 48
escenas de corta duración (la obra no dura más de 40 minutos), la trama se
desarrolla en el yacimiento arqueológico que alberga este nuevo espacio
cultural, unas ruinas que nos transportan hasta las calles del barrio de La Ribera de los años previos
a la caída de la ciudad. Una treintena de actores son los encargados de
representar cada uno de los momentos que narra la obra, que tiene como hilo
conductor la historia de amor que viven Joan (Bernat Quintana) y Marianna
(Roser Tapias). Él, hijo de pescadores, y ella, heredera de una rica y conocida
familia de comerciantes, deberán luchar contra las diferencias sociales y los
tiempos difíciles que les ha tocado vivir para lograr estar juntos. Un
narrador, interpretado por Jordi Oriol, será el encargado de acompañar al
espectador a lo largo de este “viaje al pasado”, situándole en la escena y contextualizando
cada uno de los momentos que se representan sobre el escenario.
El
sello “Casanovas”
40 minutos, 48 escenas, una treintena
de actores más que habituales del panorama teatral actual y un director que una
vez más demuestra saber dotar a sus producciones de un “sello propio” que hace
que el resultado lleve, sin duda, la “marca Casanovas”. El dinamismo entre
escena y escena, los efectos de sonido utilizados durante toda la
representación y el juego de luces, con focos que se encienden y se apagan en
el momento preciso en el que el montaje lo requiere, se han convertido ya en
recursos habituales para el dramaturgo. Este caso no es tampoco una excepción
y, a pesar de las dificultades que a priori puede presentar el espacio (sobre
todo en lo que se refiere al audio), la mayoría de ellos consiguen resolverse
con bastante acierto.
Amor, guerra, represión y espíritu de
lucha: cuatro sentimientos que se entremezclan en lo que quiere ser un homenaje
no solo a nuestra historia si no también a los ciudadanos que día a día daban
vida a este barrio situado en un pequeño rincón de la ciudad.
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