“El
teatro es un mundo de falsos clímax, tensiones calculadas, un poco de histeria
y una buena cantidad de ineficacia. Pero lo que escribo no tiene obligaciones
con nada que no sea consigo mismo. Mi responsabilidad es simplemente con la
obra a mano”
(Discurso
de Harold Pinter en el Festival Nacional Estudiantil Dramático de Bristol;
1962)
Teatro de lo absurdo. Teatro
realista. Teatro de la inseguridad. Teatro del silencio. Existen múltiples
teorías acerca de cómo clasificar al llamado “estilo pinteriano”. No obstante,
a pesar de la diversidad de opiniones, lo cierto es que la escritura del
dramaturgo británico Harold Pinter no deja indiferente a nadie. El extensamente
conocido como “el más destacado representante del drama inglés de la segunda
mitad del siglo XX” es un experto de la insinuación y del “decir” sin “decir”
del todo. ¿Un método arriesgado? Quizá. Pero un método que lo llevó a ganar el
Premio Nobel de Literatura en 2005 como reconocimiento a esa capacidad innata
para convertir sus obras en algo imposible de igualar. Y es que, parafraseando
a la Academia, sólo Pinter lograba jugar al escondite a través del intercambio
de palabras.
El pasado sábado 23 de marzo
el Versus Teatre de Barcelona acogió el reestreno de Qui a casa torna, una obra que se podrá ver hasta el próximo 26 de
mayo y que vuelve a la sala barcelonesa con la que es ya su tercera prórroga.
Dirigida por Salvador Esplugas y bajo la producción de la Compañía Frog, Qui a casa torna explica la historia de
los cambios y reacciones que provoca en una familia inglesa la visita de Teddy,
su hijo mayor, que se marchó a América seis años antes para estudiar filosofía,
y la de su esposa Ruth, una joven cansada de su papel de mujer perfecta que percibe
este viaje como una vuelta a sus orígenes. Màrius Hernández y Karme Màlaga encarnan
a la pareja protagonista, que estará acompañada en el escenario por Gal Soler
en el papel de padre, Rafael Pi como el tío Sam, Rubén Serrano como el hermano
proxeneta y el joven Carles García Llidó, que interpreta al tercero de los
hermanos y que será una pieza clave para el cambio de rumbo de la pareja.
Tal y como pasa con todos
los textos de Pinter, lo mejor es no adentrarse mucho en el argumento de sus
obras para así dejar que sea el propio espectador el que saque conclusiones acerca
de todo aquello que ocurre ante sus ojos. Y es que Qui a casa torna reúne una vez más todos los parámetros
característicos del estilo de este autor: presenta una situación cotidiana, que
podría ser vivida por cualquiera de las personas que están viendo la obra en
ese momento, con unos personajes aparentemente “corrientes” como protagonistas
de la escena. Pero la introducción de los silencios, las insinuaciones y las
reacciones desmedidas provoca que esa “normalidad inicial” se transforme en una
historia repleta de comportamientos sorprendentes que, a pesar de los
esfuerzos, acaban siendo imposibles de entender.
Profundidad textual,
simplicidad escenográfica y talento interpretativo. Este sería el resumen de
una obra que, pese a su duración, quizá un poco larga, consigue llegar al
espectador y hacer que éste no pierda el hilo de la historia en ningún momento.
Cabe destacar el trabajo llevado a cabo por Gal Soler, quien combina a la
perfección la energía y la calma necesarias en cada una de las escenas en las
que interviene, y también por Màrius
Hernández, que se gana la simpatía del público desde el primer momento.
Una buena oportunidad para
acercarse a la literatura de Pinter y revivir uno de sus grandes éxitos
teatrales.
Muchas gracias :)
ResponderEliminar