“Podem ser felices amb el què tenim. I ho serem. Serem felices”
(Una història catalana; Jordi Casanovas)
Año 1979. Pallars. Núria de
Farràs se niega a vender su casa en contra de la voluntad de sus vecinos, que
se rebelan contra ella. Está embarazada de Laieta, su primera y única hija, a
quien decide proteger de la avaricia y el egoísmo aislándola de cualquier
contacto con el mundo existente más allá de su huerto e inventando un universo
de fantasía en el que, para la niña, cualquier cosa es posible. Ante los ojos de
los demás, Núria es una bruja; alguien de quien deben mantenerse alejados si
desean vivir.
Barcelona. Barrio de La
Mina. Los robos, la droga y las persecuciones policiales marcan el día a día de
El Cala y sus secuaces quienes, a partir del encuentro fortuito del líder de la
banda con Merche, la hija de una de las familias más adineradas de la ciudad, empiezan
a codearse con la jet set barcelonesa.
Nicaragua. Plena época de la
revolución. Tres hombres y una mujer luchan para dar al país el futuro que se
merece. Entre ellos, alguien al que llaman reverendo, un extranjero de cuyo pasado
no se sabe nada. Él también pelea, pero su lucha va mucho más allá. Escapa de
sus fantasmas, esos que quedaron olvidados en un pequeño rincón al otro lado
del mundo.
Pallars, Barcelona y
Nicaragua. Tres territorios con tres historias independientes que se
entremezclan para dar lugar a Una
història catalana, una de las, quizá, mejores producciones que el dramaturgo
catalán Jordi Casanovas ha dirigido hasta el momento. Estrenada durante la
temporada 2010 – 2011 dentro del proyecto T6 del Teatre Nacional de Catalunya,
la obra vuelve dos años después con la incorporación de una nueva trama al
argumento y ocupando, ahora sí, la Sala Gran del TNC.
Podría decirse que Una història catalana es un éxito en sí
mismo. Con un guión que nos acerca a una parte de la historia a la que reconocemos
como nuestra, la obra atrapa desde el principio y, pese a sus casi tres horas
de duración, no decae en ningún momento. Es una explosión emocional de la que
el público se siente partícipe no sólo en el último acto, cuando parte de los
espectadores se integran en la función subiendo al escenario para ver desde
allí el desenlace de la trama, si no durante toda la representación, ya que son
los mismos actores los que rompen la barrera con el público dirigiéndose a él para
darle explicaciones sobre lo que ocurre en escena.
Un
reparto de lujo
Ésta no es la única razón
por la que Una història catalana
funciona. Y tampoco lo es la austera pero cuidada escenografía o la banda
sonora que acompaña a la representación, siempre a punto para enaltecer cada
uno de los momentos clave de la trama. Lo que verdaderamente convierte al texto
en memorable es el brillante elenco de actores con el que cuenta. Pep Cruz y
Andrés Herrera son los únicos que repiten respecto a la anterior producción. Completan
el reparto Lluïsa Castell, David Marcé, Borja Espinosa, Alícia Pérez, Vicky
Luengo, Lurdes Barba, David Bagés y Mariona Ribas. Un total de 10 intérpretes
que se mueven sobre el escenario encarnando a diversos personajes y hablando
diferentes idiomas sin que el ritmo se pierda en ningún momento. Todos y cada uno
de ellos se entregan al máximo para hacer de la obra un producto impecable. Y sin
duda lo consiguen.
Una
història catalana se podrá ver hasta mañana en la Sala Gran
del TNC. Una última oportunidad para disfrutar de este western a la “catalana”
con final apoteósico que en alguna u otra escena recuerda a las películas del
mismísimo Quentin Tarantino.
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