“Tomes partido por quien tomes partido, te equivocarás”
(Oleanna, David Mamet)
¿Qué
pasa cuando alguien se atreve a poner en duda con sus argumentos las bases
sobre las que se ha construido toda una vida y le da la vuelta de manera que
todo aquello que en un principio parece racional acaba cuestionándose hasta las
últimas consecuencias? ¿Quién tiene más poder: aquél que desde una posición de
seguridad económica y profesional muestra su superioridad intelectual ante los
demás o aquella que, movida por lo que considera injusto, deja aflorar sus
emociones y se enfrenta a “lo que no entiende” con un objetivo matemáticamente
calculado?
David
Selvas es el director de Oleanna, una
de las obras más controvertidas del dramaturgo y director cinematográfico
norteamericano David Mamet que se representa en el Teatre Romea de Barcelona hasta
el próximo 12 de diciembre. Protagonizada por Ramon Madaula y Carlota Olcina,
dos de los intérpretes más valorados del panorama artístico catalán actual, Oleanna presenta una historia que no
deja indiferente a nadie.
John
(Madaula) es un profesor universitario que se encuentra en uno de sus mejores
momentos: tiene un buen trabajo, está muy bien considerado dentro del ámbito
académico y negocia la compra de una casa en la que vivirá junto a su mujer y
su hijo. Es, por tanto, un hombre de éxito que, tal y como él mismo afirma, no
basa su modelo de enseñanza en la mera transmisión de conocimientos y cifras si
no en la provocación para conseguir que sus alumnos se atrevan a cuestionarse y
a poner en duda sus propias convicciones. Olcina, por su parte, interpreta a
Carol, una estudiante aparentemente inocente que acude al despacho de John para
quejarse de un suspenso. Esta sencilla premisa sirve de punto de partida para
una historia que se irá complicando progresivamente hasta alcanzar un clímax
final de consecuencias irreversibles.
El lenguaje, elemento
principal en el texto de Mamet
Mamet
presenta en Oleanna a dos personajes
que no se entienden. Cada uno de ellos se mueve por intereses distintos e
intenta defender sus convicciones con razonamientos totalmente opuestos al
otro. Hablan, reflexionan, gritan, susurran pero no llegan a un entendimiento. Y
es precisamente ahí donde reside la magia de la obra: en una batalla dialéctica
de más de una hora de duración en la que el lenguaje y la argumentación se
convierten en los verdaderos protagonistas y por la que el espectador se siente
cada vez más atraído y hechizado. La crisis del sistema educativo
universitario, la supremacía de aquellos que tienen el poder, el abuso que éste
conlleva… todo es cuestionado en el texto de Mamet, que con sus palabras y el
uso que hace de ellas pone a los protagonistas en una situación límite que deriva
finalmente en una denuncia de la alumna a su profesor por acoso sexual.
En
cuestión de un minuto todo cambia. La seguridad de la que gozaba John es
atacada y destruida en apenas unos segundos. ¿Quién tiene el poder ahora?
¿Quién es la víctima y quién el verdugo en esta nueva disposición del juego
dialéctico? Sea quien sea, lo que está claro es que todo gira alrededor del poder,
un poder que, tal y como explica su director, David Selvas, “no es sólo aquel
que tiene el que sabe sobre el que no sabe, si no que es un concepto mucho más
amplio que abarca todo aquel poder que puede establecerse entre dos personas:
sexual, intelectual y moral”.
El talento, clave del
éxito
Sería
injusto afirmar que lo que convierte Oleanna
en una de las mejores piezas de la oferta teatral actual es únicamente el texto
de Mamet. Su calidad es indiscutible pero su éxito no se puede desligar de la
profesionalidad con la que Madaula y Olcina interpretan a sus personajes.
Pasión y total entrega es lo que define el trabajo de los actores, que se
crecen en el escenario consiguiendo un tándem auténtico y magistral
perfectamente dirigido por Selvas. Éste, una vez más, construye la
representación alrededor de una escenografía simple, en la que una austera sala
hace a la vez de despacho y aula, e introduce en la representación elementos
audiovisuales destinados a servir de impass
entre una escena y otra. Una simplicidad que, sin duda, consigue que el público
entre de lleno en la historia y se cuestione las mismas preguntas que los
protagonistas, dejándose llevar por las palabras, analizando cada uno de sus
argumentos y olvidándose por un momento de lo primero que se preguntarán al
salir del teatro. ¿Ha acosado realmente John a Carol? Todo el público ha sido
testigo de su comportamiento así que debería tener legitimidad para dar una
respuesta. Pero, ¿puede hacerlo? ¿Puede posicionarse a favor de uno u otro?
¿Puede decir con total seguridad quién tiene razón?
La
respuesta quizá la da el mismo Mamet: “Tomes
partido por quien tomes partido, te equivocarás”.
0 comentaris:
Publicar un comentario
¿Qué te parece este post? ¿Tienes algo que decirnos? ¡Adelante!