“Soy
un investigador del humor”
(José Luís Alonso de Santos; extracto
de entrevista realizada en El País en 1989)
Está claro que, en los tiempos que
corren, hacer reír a la gente es muy difícil. Conseguir que alguien se siente
en una butaca durante dos horas y que, en este tiempo, no saque ni una sola vez
el móvil de su bolsillo para ver la última actualización de estado en Facebook
de sus amigos virtuales se ha convertido ya en casi una “misión imposible”. Por
este motivo, cuando “topas” con una obra en la que ambos objetivos se cumplen,
sales del teatro satisfecho y piensas en recomendar ese mismo “rato de
diversión” a todos tus conocidos.
Este es precisamente uno de los logros
de T’estimo però no tant, la comedia
que desde hace unas semanas y hasta el próximo 1 de febrero puede verse en el
escenario del Teatre Gaudí de
Barcelona. La obra, versión actualizada del espectáculo de José Luís Alonso de Santos, Pares
y Nines, está dirigida por el actor y comunicador Miquel Murga, que unos meses atrás estuvo en este mismo teatro
dirigiendo Divorci.
T’estimo
però no tant cuenta
la historia de Fede (Josep Linuesa)
y Robert (Ferran Castells), dos
amigos que se ven obligados a compartir piso después de la separación del
segundo. Pero Fede y Robert tienen algo más en común. Y es que los dos están
divorciados de la misma mujer, Carmeta. Las diferencias de personalidad de
ambos, que consiguen arrancar la risa del público en muchos momentos del
espectáculo, se acentúan con la entrada en acción de un tercer personaje, Nines
(Mònica Corral), una joven vecina
que generará un nuevo conflicto entre los dos hombres.
A partir de ahí se desarrolla una
trama en la que el enredo y las situaciones extrapoladas y exageradas se
sucederán una detrás de otra haciendo reír al público y convirtiéndolo, a la
vez, en cómplice de diversas escenas en las que alguno de los protagonistas
permanece ausente.
Si bien es cierto que los gags de T’estimo però no tant resultan en
ocasiones fáciles y simples, la cuestión es que el resultado final funciona. A
ello contribuye sin duda el trabajo de los protagonistas masculinos: Linuesa hace gala de su experiencia
para encarnar un personaje serio que forma el tándem perfecto con Castells, de carácter totalmente
opuesto. Este último recuerda además al protagonista por antonomasia de las
comedias teatrales, Joan Pera. Y lo
hace no solo por la exageración de los gestos, muy propios de él, si no también
por la voz e incluso se podría decir que físicamente.
En sentido opuesto situaríamos quizá
el personaje de Nines. Está claro que la intención del director es aportar una
sensualidad que atraiga lo suficiente a los dos amigos como para suscitarles
sentimientos de celos y rivalidad que acaben provocando su enfrentamiento. No
obstante, la sensación que le queda al espectador es que los momentos escogidos
para hacerlo no acaban de encajar, están demasiado forzados, y ni mucho menos
la solución es desnudar en diversas ocasiones a la actriz que Interpreta el
papel de la atractiva vecina.
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